miércoles, 30 de noviembre de 2011

…El clítoris, “¿qué es y para qué se usa?”


Hace un tiempo me paseaba por el desaparecido Borders y encontré un libro sobre sexualidad infantil. “Caramba, qué nice. Me lo voy a comprar pa’ cuando lo necesite estar ready pa’ lo que venga”, pensé.

Pues les cuento que cierto día mi hijita se bañaba y tal parece que cuando se lavaba el “down town” se tocó ahí mismitito, donde da cosquillita, y le preguntó a su Madre:
 
    ¿Mamá, que es ésto? - señalando sus genitales.
    Tu vagina. - contesta la madre.
    No mamá. Essssto.
    Ehhhh, eso es el clítoris.
    ¿Qué es y para qué se usa?

De pronto escucho un “CAAAARRRLOSSSSS” y salgo corriendo para encontrarme a mi esposa más jincha que Casper.  ¿Qué pasó?, pregunté.

“La nena quiere saber qué es el clítoris y para qué se usa”.

Qué tostón me ha tocado, señores. Busqué el famoso librito mientras ella se bañaba y esperé a que saliera para darle  su primera clase de sexualidad. Nada, que tuve que editar un poco la información de acuerdo a su edad y la chica quedó satisfecha con lo aprendido. De repente me dice: “Dale, ahora enséñame lo de los nenes”. Pero como dice Rafa Bracero, esa es otra historia. “Continuaremos…”.


¿Qué aprendimos de esto?

Aprendimos que cuando pregunten hay que contestarles y que se hace con la verdad. Hay que hablarles simple, sin mucho lujo de detalles y llamar las cosas por su nombre. Desde ese día mi esposa y yo decidimos que seríamos su fuente en temas de sexualidad. No queremos que aprendan de manera incorrecta las cosas por medio de terceros.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Un pavo muerto"




Hoy fue la carrera del pavo en la escuela de mi hijo. Yo estaba más nervioso que él, y me explico. Desde que el chico estaba en kinder, todos los años llegaba en segundo lugar y eso no es nada malo, pero hay veces que los niños no entienden eso. 

Hace tres años llegó como siempre en segundo lugar, pero en esa ocasión estalló en un coraje que no había quién se le acercara. Rompió en llanto y estaba inconsolable. Gritaba que no era justo, que él quería ganar. Ya para el año pasado comencé a darle “terapia” diciéndole que lo importante era que pasara un buen rato con sus amigos y que si no ganaba no pasaba nada. Pues adivinen que! Sí, volvió a quedar segundo, pero esta vez la terapia funcionó. El chico estaba contento y pasamos un buen rato. ¿Ahora entienden porque estaba nervioso? Lo estaba porque se me olvidó darle “terapia” por si las moscas quedaba segundo oooootra vez. 

Bueno, llegó el momento. Eran las 8:30am. Se pusieron en la línea de partida. Sonó el silbato y salieron corriendo como centellas. De lo nervioso que estaba,  olvidé echarle porras, pero de eso se encargó su mamá, sus maestras y sus amigos. 

Cuando alcanzo a ver que se acercan a la meta, noté que venía en…sí, adivinaron, segundo lugar. De repente sacó fuerzas y logró rebasar a su compañero para quedar (por fin, corazón, por fin) en primer lugar. Woo-hooooo!, me entró una emoción entre cuero y carne que parecía un perro con dos rabos. Pero él estaba más feliz que todos. Al fín alcanzaba lo que le habían estado arrebatando por tantos años: el primer lugar. ¡La Gloria!. 

Nada, les cuento que cuando terminó todo, nos fuimos y me pidió el teléfono. Comenzó a llamar a sus tíos y a su abuela. Con esta última tuvo la siguiente conversación: “Abuela, adivina qué. Corrí la carrera del pavo y llegué primero” . Su abuelita -muy contenta-  le preguntó; “¿Y qué te ganaste?” a lo que y él le contesta, “Una cinta de primer lugar y UN PAVO MUERTO” . Me provocó una carcajada que hasta  mami se contagió. Fue simplemente genial. 


¿Qué aprendimos de ésto?

Aprendimos que nunca nos debemos rendir. Si queremos algo, puede que tardemos en conseguirlo pero si no renunciamos a nuestras metas tarde o temprano las alcanzaremos.

¡Felicidades PAPITO, eres el mejor!