jueves, 22 de diciembre de 2011

Papá, ¿Santa Claus existe?


El año pasado asistí con mi familia a una premier de una película de Navidad. En la invitación decía que lleváramos un regalo para los niños menos afortunados de una institución en específico. Llevamos el nuestro dentro de una funda para que los chicos no lo vieran y no hicieran preguntas.

Estando en la fila para entrar al teatro llegó un famoso locutor de radio para hablar sobre la institución a la que se llevarían los obsequios. De pronto el muy (me reservo el adjetivo) dice:  “Recuerden que estos regalitos son para los niños pobres que Santa no visita”. Tan pronto el individuo dijo eso, sentí que me halaban la mano y pensé: “Me fastidié, aquí viene la pregunta por culpa del morón éste” y, efectivamente. Miré hacia abajo y mi hija me miraba con cara de incredulidad.

“Pero Papá, ¿Por qué Santa no le regala a los pobres? Él le lleva regalos a todos los niños del mundo y se supone que a los pobres también”, me reclamó.
”Después te explico porque ya vamos a entrar”, le dije con la esperanza de que se le olvidara y así fue.

A lo que los quiero llevar es a lo que pasó en el transcurso de varios meses. Después de ese día en el quise estrangular al locutor, a mi hija le despertó la curiosidad y comenzó a cuestionarse muchas cosas sobre el señor Claus. Como por ejemplo:

¿Cómo puede entrar a las casas?
¿Cómo puede entregar todos los juguetes en una sola noche si él va solo?
¿Cómo caben todos los regalos en el trineo?
Entre otras.

Todas esas preguntas me pudieron haber preparado para la gran pregunta, pero les confieso que me cogió desprevenido cuando soltó lo siguiente:

”Papi, tengo una pregunta y quiero que me digas la verdad. ¿Santa Claus existe o son ustedes los que compran los regalos?

Se jodió el hijo de Ita, que pregunta es ésta para un lunes a las 9 de la noche!, pensé.

“Si te digo que soy yo, ¿que tú crees que pase?”

Luego de pensarlo unos segundos dijo:

“¿No recibo regalos?”
“Correcto, si no crees en Santa se acaba la magia y con ello los regalos.”
“No, no, no, no. Yo sí creo.”
“Muy bien. Pues entonces recibirás tus regalos.”


Después de volver a mi color normal y de recuperar la fuerza de mis piernas, mi esposa y yo nos quedamos como bobos mirándonos y sorprendidos con lo cada vez más precoces que son los niños.

¿Qué aprendí de esto?
El mundo es un lugar diverso y amplio donde las personas tienen opiniones diferentes sobre el mismo tema. Yo opté por proteger esa ilusión que les he inculcado a mis hijos, después de todo, solo se es niño una vez.

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